La mayoría lo relacionamos automáticamente con rampas, ascensores o puertas automáticas. Elementos físicos que permiten a las personas con movilidad reducida moverse con mayor libertad. Pero… ¿Qué pasa con lo que no se escucha?

Cuando hablamos de accesibilidad, ¿en qué piensas?

La accesibilidad no es solo visual o física. También es auditiva. Y aunque afecta a millones de personas en España, la accesibilidad auditiva sigue siendo invisible en la mayoría de espacios.

En Visualfy creemos que ya es hora de poner el foco en lo que no suena. Por eso hemos lanzado una campaña para abrir los ojos —y los oídos— sobre una realidad que pasa desapercibida. Y queremos conocer tu opinión.

Al final del artículo te dejamos una encuesta anónima para que puedas dar tu opinión.

¿Sabias que…?

En España vivimos más de 49 millones de personas.
Según AG Bell International, casi 7 millones tienen algún grado de pérdida auditiva.
Eso representa aproximadamente el 14% de la población.

Aun así, la accesibilidad auditiva y acústica sigue siendo una de las grandes olvidadas.
En empresas privadas y en organismos públicos, la mayoría de espacios no están adaptados.

Esto significa que muchas personas no pueden recibir avisos de emergencia, participar en reuniones o desenvolverse con autonomía en su día a día.

Es hora de hacer visible lo que aún no se escucha.

¿Qué es la accesibilidad auditiva y por qué importa tanto?

La accesibilidad auditiva es lo que permite que las personas sordas o con pérdida auditiva también puedan enterarse de lo que pasa a su alrededor. Es transformar los sonidos en otras formas de información: una luz que se enciende, una vibración en el móvil, un subtítulo que aparece a tiempo o un sistema que mejora lo que escuchan con sus audífonos. Es, en definitiva, abrir una puerta más para que nadie se quede fuera.

La accesibilidad acústica tiene que ver con cómo suenan los espacios que habitamos. Se trata de reducir ruidos molestos, hacer que las salas no retumben y asegurarse de que los avisos se escuchen con claridad. Porque cuando el sonido está bien pensado, todo el mundo entiende mejor… y se siente más cómodo.

Ambas son claves para que cualquier persona pueda:

  • Enterarse de una alarma de emergencia.
  • Recibir instrucciones en una reunión.
  • Acceder a información en una estación de tren o aeropuerto.
  • Trabajar y comunicarse en igualdad de condiciones.

Y lo más importante: sentirse incluida.

¿Qué dice la ley?

La Ley General de los Derechos de las Personas con Discapacidad habla de accesibilidad universal. Suena bien, ¿verdad? Es un concepto lleno de posibilidades, que promete un mundo más justo para todos. Pero cuando bajamos a lo concreto, muchas veces se queda corto. Porque es tan amplio y general que, en la práctica, no siempre se traduce en cambios reales para quienes más lo necesitan.

En ningún punto especifica qué medidas deben tomarse para garantizar la accesibilidad auditiva o acústica.

En la práctica, esto quiere decir que, salvo en algunos casos puntuales, nadie está obligando de verdad a que las empresas, los centros de trabajo o los espacios públicos se adapten para las personas con pérdida auditiva. No hay una norma clara que diga qué se tiene que hacer, ni cuándo, ni cómo. Y así, muchas veces, se pasa por alto una necesidad que es muy real.

Sin unas normas claras que lo respalden, la accesibilidad se convierte en algo opcional, que depende más de la sensibilidad o la voluntad de cada persona o entidad que de una verdadera responsabilidad compartida. Y eso no siempre es suficiente.

¿Cómo afecta esto en la práctica?

Imagina que entras a una empresa, una estación de tren, un centro comercial o una oficina pública. Hay una alarma de evacuación. ¿La escuchas? Probablemente sí.

Ahora imagina que no puedes oírla.

Sin accesibilidad auditiva, esa persona no recibe la alerta.
No sabe lo que está pasando.
No puede actuar a tiempo.

Y esto no solo ocurre en emergencias. También en lo cotidiano:
Cuando un compañero dice algo importante en una reunión.
Cuando llaman por megafonía para dar una indicación.
Cuando se anuncia un cambio de horario o una incidencia.

Sin accesibilidad acústica, la información no llega.
Y si no llega, hay exclusión.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

Primero, hablar de ello. Porque lo que no se nombra, no existe.

Segundo, prestar atención. Y aquí entramos nosotros: queremos saber tu opinión.
Hemos preparado una encuesta muy breve —solo una pregunta— para conocer tu opinión:

Tu respuesta es anónima y nos ayuda a dar visibilidad a una realidad que todavía pasa demasiado desapercibida. ¿Te animas a participar?

Conclusión

La accesibilidad auditiva y acústica no debería ser algo opcional. Es una necesidad real para millones de personas. Y aunque muchas veces se ha pasado por alto, ya no podemos mirar hacia otro lado. Hablar de accesibilidad es hablar de derechos, de dignidad, de poder estar y participar como cualquiera, sin sentirse fuera de lugar.

Porque al final, esto no va solo de tecnología o leyes. Va de personas. De quienes quieren ir al trabajo sin miedo a perderse un aviso importante, disfrutar de un concierto, o simplemente sentirse seguras en su día a día. Ha llegado el momento de escuchar lo que hasta ahora no se oía. De cambiar las cosas, poco a poco, y entre todos.

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